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La agricultura tecnificada no resolverá nuestra alimentación.

Es una falacia que hemos escuchado durante décadas, dice José Sarukhán. La clave es la conservación genética de cultivos y la diversidad cultural de quienes los producen, añade el Premio Crónica.

Sin diversidad biológica no hay agricultura; sin agricultura no hay alimentos; sin alimentos no hay salud…, ésta es una integración compleja y rica, particularmente en un país como el nuestro, con una enorme diversidad cultural producto de una enorme diversidad biológica. “Es una gran riqueza a la que no hemos dado el valor que tiene, lo cual hay que cambiar”, señaló José Sarukhán, el ecólogo vivo más importante del país.

El miembro de El Colegio Nacional apuntó que la soberanía alimentaria a la que aspiramos dependerá de la relación que tengamos con esta diversidad biológica y cultural, “no sólo en la cantidad, sino en qué sembramos, cómo, dónde y con qué, sin depender de la industria (seis transnacionales controlan el 70 por ciento de las semillas que se comercializan en todo el mundo)”.

El investigador emérito y exrector de la UNAM expuso lo anterior en el marco de la Semana de la Diversidad Biológica, realizada por noveno año por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), que fundó y dirige Sarukhán (Premio Crónica).

En el acto planteó una pregunta fundamental, que es uno de los grandes retos globales de frente a las próximas décadas: ¿cómo alimentar a la población? “No sólo a la de México, sino a la del mundo. ¿Cómo lo haremos hacia mitad de siglo, que no falta mucho?”. La pregunta puede tener múltiples respuestas, pero una certeza es que el resultado estará íntimamente vinculado con la conservación de los ecosistemas naturales.

Por otra parte, está la desmitificación de cómo lograrlo. “Hemos escuchado década tras década que la única forma de alimentar suficientemente a la población es con agricultura de alta tecnificación. No es cierto, es una falacia, además de que no es sustentable; quienes empujaron por ello hace años, incluyendo a la FAO, ahora buscan hacerlo de otra manera”. Existe mucha información científica y ejemplos claros de la depredación y falta de sustentabilidad de este modelo de producción agrícola, añadió. “No son creencias o puntos de vista”.

Adicionalmente, con la gran diversidad biológica y cultural del país no puede existir una sola forma de producir alimentos, premisa de la agricultura tecnificada, agregó. La agricultura no puede ser la misma en regiones con diferentes condiciones ambientales; en México hemos perdido el concepto de emplear para cada región una agricultura adaptada”.

EL CAMPO. Esta vasta diversidad de especies y cultivos existentes en países como México tienen a su vez origen en una gran diversidad genética, desarrollada a través de milenios y adaptada a diferentes entornos climáticos. “Esta diversidad ha sido producto del proceso de domesticación —todas las plantas que ahora son cultivos no existían antes de que el hombre las domesticara”—. La preservación de este resultado genético habría sido imposible sin los hombres que lo mantuvieron en el campo.

El ejemplo de ello es el teocintle, que dio origen a la variedad del maíz que se cultiva y come hoy en día, que alcanza 60 razas en México. “En el país tenemos un ‘baúl’ de especies con diversidad y adaptabilidad a diferentes ambientes, son nuestros, están aquí y no se los tenemos que comprar a nadie. Por ello, debemos mantener ese proceso milenario que ha persistido a través de generaciones de personas que trabajan en el campo. ¿Alguien les dio las gracias por eso? ¡Para nada! Y no sólo en México, puesto que la misma historia se repite en cualquier otro centro de domesticación. Debemos de darle las gracias y ayudarlos de diferentes maneras para que tengan beneficios y sigan preservando estos recursos. Esperemos que esto forme parte de la nueva visión que se tiene en el gobierno del país”.

Además, acotó, México tiene un capital humano suficiente para ayudar a los campesinos a mejorar sus productos. “Instituciones como el INIFAP, Instituto de Biotecnología de la UNAM, centros de investigación y universidades tienen la gente que puede entender y trabajar con los productores para obtener mejores variedades”.

Sarukhán enfatizó que este tipo de valoraciones no se encuentran en los sistemas económicos dominantes, donde lo que importa son los kilos, no esa cadena evolutiva, diversidad biológica y cultural generada por los pequeños productores, quienes suman la mayor parte de los cultivos que llegan hasta las mesas de los consumidores.

Por ejemplo, el maíz temporalero cultivado por pequeños productores puede producirse en grandes cantidades con un poco de ayuda, dijo, y alimentar a casi la mitad de los mexicanos. Esto es importante, pero también el hecho de que es sembrado en todas las condiciones ambientales del país.

“Esa diversidad genética es infinitamente mayor que la ofrecida por cualquier compañía, puesto que no tiene este ‘servicio evolutivo’ el cual es mantenido por los campesinos. Por esto debemos cambiar nuestra percepción de ellos y hacerlos parte integral del desarrollo y nuevas políticas de producción agrícola del país”.

Fuente; http://dossierpolitico.com/vernoticias.php?artid=219394

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